Editorial

Sin prisa, pero sin pausa

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Mientras el mundo despierta cada mañana con titulares de misiles de acá para allá, en este rincón del planeta, contemplamos el amanecer frío del invierno sobre el Atlántico tranquilo

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Sin prisa, pero sin pausa

Mientras el mundo despierta cada mañana con titulares de misiles de acá para allá, crisis migratorias y tensiones geopolíticas que fracturan continentes, en este rincón del planeta, contemplamos el amanecer frío del invierno sobre el Atlántico tranquilo.

«La paz no es la ausencia de conflicto, es la presencia de justicia», decía Martin Luther King Jr. Y quizás por eso Punta del Este en esta época siente como un refugio moral: no porque ignore las tragedias del mundo, sino porque demuestra que otra forma de vivir sigue siendo posible.

En un planeta donde los muros crecen y las fronteras se militarizan, aquí las puertas siguen abiertas. Donde otros levantan alambradas, Punta del Este ofrece ramblas para caminar sin prisa. Mientras las democracias tiemblan bajo el peso de la polarización, este pequeño territorio mantiene viva la civilidad: el saludo matutino, la charla de café, el respeto por el espacio común.

Punta en invierno nos recuerda esos placeres olvidados: desayunar sin mirar el reloj, elegir mesa en cualquier restaurante sin reserva, pasear por calles sin multitudes, tomarse un café leyendo la última edición de Esteña press, sin interrupciones. Porque acá el tiempo es un aliado, no un enemigo.

No es ingenuidad; es resistencia. Resistencia a la normalización de la barbarie, al cinismo que nos susurra que «así es el mundo». Como escribió Benedetti: «El sur también existe», y en este sur se demuestra que la humanidad no ha perdido del todo la brújula.

La seguridad aquí no viene de cámaras ni policías, sino de algo más profundo: la confianza mutua que se construye día a día. Mientras el mundo debate sobre muros y controles fronterizos, aquí la convivencia fluye naturalmente.

Quizás por eso tantos llegan de visita y se quedan para siempre: no escapan del mundo, sino que encuentran la versión del mundo por la que vale la pena luchar. Punta del Este en invierno no es solo un destino. Es una promesa de que, en algún lugar, la cordura sigue siendo posible.

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