La felicidad no es un destino, sino un camino. Emilio Duró, el reconocido conferencista y empresario español, lleva décadas recordándolo en auditorios repletos alrededor del mundo.
Por Esteña Press
No vale rendirse:
Emilio Duró y el arte de entrenar la felicidad
La felicidad no es un destino, sino un camino. Emilio Duró, el reconocido conferencista y empresario español, lleva décadas recordándolo en auditorios repletos alrededor del mundo. Su mensaje es claro: la felicidad no se encuentra en lo material ni en la validación externa, sino en la actitud con la que afrontamos la vida. Con una trayectoria consolidada en el ámbito empresarial y educativo, Duró llega a Montevideo el próximo 7 de abril de la mano de Mentes Expertas y bajo la producción de Rocío Salaberry para presentar «No vale rendirse», una conferencia que promete transformar la manera en que entendemos el éxito y la motivación.
En una entrevista exclusiva con Esteña Press, Emilio Duró compartió sus reflexiones sobre el mundo acelerado en el que vivimos, la ilusoria búsqueda de placer inmediato y la necesidad de reconectar con lo esencial. «Vivimos en un mundo donde la inmediatez y la aprobación externa parecen haber tomado el control de nuestras vidas. La felicidad no está en el ‘tener’, sino en el ‘ser’. Es un estado mental que puede entrenarse», afirmó con la pasión que lo caracteriza.
Para Duró, la clave está en aprender a gestionar nuestros pensamientos, diferenciar placer de felicidad y, sobre todo, cuidar nuestras relaciones. «Somos seres sociales. Nuestra felicidad está íntimamente ligada a la calidad de nuestras relaciones», subraya. En tiempos de hiperconectividad digital, la paradoja es evidente: nunca hemos estado tan comunicados y, al mismo tiempo, tan desconectados de lo verdaderamente importante.
Entrevista exclusiva con Emilio Duró
Emilio, es común escucharte decir que la felicidad no reside en lo material y que el placer puede ser un enemigo si no se gestiona bien. ¿Cómo podemos entrenar nuestra mente para encontrar esa felicidad en un mundo tan acelerado, lleno de «likes» y materialidades?
Vivimos en una era donde lo inmediato, lo material y la aprobación externa parecen dominar nuestras vidas. La tecnología y las redes sociales han multiplicado la velocidad con la que recibimos estímulos, pero al mismo tiempo han reducido nuestra capacidad de vivir el presente, reflexionar y conectar con lo esencial. Todos queremos ser queridos, pero al faltar el contacto físico, buscamos la validación en personas que ni siquiera conocemos.
Desde mi experiencia, y tras años estudiando y observando el comportamiento humano, he llegado a la conclusión de que la felicidad no está en el «tener», sino en el «ser». No es algo que se posea, sino un estado mental que puede entrenarse. Aunque es cierto que tiene un componente genético y una parte aprendida en los primeros años de vida, la felicidad es, sobre todo, una forma de interpretar la vida más que una meta en sí misma.
Nunca he tenido que motivar a misioneros o personas que dedican su vida a los demás. Las personas más felices suelen compartir ciertos valores: humildad, servicio y un propósito trascendental. No buscan reconocimiento, sino contribuir a los demás. Son aquellas que saben que valen la pena no por lo que poseen, sino por lo que son.
Un antiguo filósofo decía que la felicidad es una combinación de buena salud y mala memoria. Los niños son felices porque, al tener pocas experiencias acumuladas, casi siempre ven la parte bella de la vida.
Ahora bien, ¿cómo podemos entrenar nuestra mente para encontrar esa felicidad en un mundo frenético?
- Aprender a gestionar nuestros pensamientos Nuestra mente tiende a enfocarse en lo negativo, en los problemas y en lo que nos falta. Sin embargo, podemos entrenarla para centrarse en lo positivo, en lo que tenemos y en lo que podemos mejorar. La gratitud diaria, la meditación y la autoobservación son herramientas fundamentales.
- Diferenciar placer de felicidad El placer es inmediato y efímero: un «like», una compra, una victoria momentánea. La felicidad, en cambio, se construye con propósito, relaciones profundas y sentido. No hay problema en disfrutar de los pequeños placeres de la vida, pero debemos aprender a no depender de ellos para sentirnos bien.
- Cuidar nuestras relaciones Somos seres sociales y nuestra felicidad está estrechamente ligada a la calidad de nuestras relaciones. Debemos rodearnos de personas que sumen, que inspiren y que compartan valores que nos ayuden a crecer. Un estudio sobre la felicidad mostró que la mayoría de las personas felices tienen una vida social activa y no viven en soledad.
- Vivir el presente sin caer en el «carpe diem» superficial La ansiedad nace cuando pensamos demasiado en el futuro; la depresión, cuando nos quedamos atrapados en el pasado. La clave es entrenarnos para estar en el «aquí y ahora», disfrutando de cada momento con plena conciencia, pero con sentido y sin caer en el placer inmediato. Hacer lo que se debe y no solo lo que se quiere.
- Tener un propósito de vida Quienes tienen un «por qué» pueden superar cualquier «cómo». No se trata solo de ganar dinero o acumular cosas, sino de encontrar un propósito que nos haga levantarnos cada mañana con ganas. Puede ser ayudar a los demás, desarrollar nuestro talento o simplemente mejorar cada día en lo que hacemos.
- Cuidar nuestro cuerpo y nuestra energía Nuestra mente y cuerpo están conectados. Dormir bien, alimentarnos adecuadamente, hacer ejercicio y rodearnos de naturaleza impacta directamente en nuestro estado de ánimo. La energía es el motor de todo.
- Aceptar la incertidumbre y aprender a soltar Queremos controlarlo todo, pero la realidad es que la vida es incierta. Aceptar lo que no podemos cambiar y centrarnos en lo que sí depende de nosotros es clave para la paz mental.
Al final, la felicidad no es un destino, sino el camino. No es algo que nos dan, sino algo que construimos cada día con nuestras acciones, pensamientos y decisiones. En este mundo de prisas y validación externa, la clave está en volver a lo simple: vivir, amar, aprender y agradecer.
La frase «No vale rendirse» es poderosa, pero en momentos de crisis personales o corporativas, ¿cómo recomienda recuperar la ilusión y el entusiasmo para seguir adelante?
Es cierto, «No vale rendirse» es una frase potente, pero cuando la crisis aprieta, muchas veces sentimos que nos falta energía para continuar. La esperanza no es lo último que se pierde, es lo primero.
A lo largo de mi vida he tenido la suerte de conocer a grandes personas, lo que me ha permitido deducir que la ilusión y el entusiasmo, aunque tienen una parte hereditaria o aprendida, también se pueden entrenar y recuperar en los momentos más oscuros.
¿Cómo recuperar la ilusión cuando sentimos que no podemos más?
- Comprender que las crisis son parte del proceso La vida no es una línea recta. Es un conjunto de ciclos donde, inevitablemente, habrá momentos difíciles. Cuando entendemos que la crisis no es el final, sino una transición, dejamos de verla como un castigo y empezamos a enfocarnos en cómo aprender de ella.
- Centrarnos en lo que podemos controlar El cerebro se agota cuando intenta cambiar lo incontrolable. En momentos de crisis, en lugar de enfocarnos en lo que hemos perdido, debemos dirigir nuestra atención a lo que sí depende de nosotros: nuestras acciones, nuestra actitud y nuestras decisiones.
- Rodearnos de personas que sumen En tiempos difíciles, tendemos a aislarnos o a rodearnos de personas que refuerzan la negatividad. Sin embargo, el estado emocional es contagioso. Debemos buscar personas que vean posibilidades donde otros ven problemas.
- Reconectar con nuestro propósito ¿Por qué empezaste este camino? ¿Qué te ilusionaba al principio? Muchas veces, la rutina y el estrés nos hacen perder de vista la razón por la que hacemos lo que hacemos. Reconectar con nuestro propósito nos devuelve la motivación.
- Recuperar energía El entusiasmo es energía, y la energía se puede recuperar. No podemos exigirnos entusiasmo cuando nuestro cuerpo y mente están agotados.
- Ver la crisis como una oportunidad de reinvención Los momentos de mayor crecimiento personal y empresarial surgen en épocas de crisis. La clave es preguntarnos: ¿Qué puedo aprender de esto? ¿Cómo puedo adaptarme?
Recuerda: No vale rendirse, pero sí vale parar, respirar y reajustar el rumbo.