Trabajan con personas talentosas, sí, pero no logran convertirse en un verdadero equipo.
Por Julieta Sullivan
Hablemos de Liderazgo:
Cuando un grupo no es un equipo
Hoy quiero traer uno de los desafíos más comunes que encuentro en los líderes que acompaño: no sienten que su equipo funciona como tal. Trabajan con personas talentosas, sí, pero no logran convertirse en un verdadero equipo. Para echar un poco de luz sobre este problema, quiero compartirles lo que Patrick Lencioni, en su ya clásico The Five Dysfunctions of a Team, identifica como las principales causas. Y, sobre todo, qué podemos hacer como líderes.
Disfunción #1: Ausencia de confianza
El trabajo en equipo empieza con la confianza. Y eso solo se construye cuando mostramos apertura y vulnerabilidad. De lo contrario los vínculos son superficiales. Nadie se anima a decir “me equivoqué” o “no sé cómo hacer esto”. Como líderes, tenemos que ser los primeros en mostrar esa humanidad. Solo así damos permiso a otros para hacer lo mismo.
Disfunción #2: Miedo al conflicto
Esta disfunción suele disfrazarse de armonía. Pero no es una armonía real, sino artificial. Se evitan los desacuerdos por miedo a incomodar. Y sin desacuerdos honestos, las decisiones pierden fuerza. El rol del líder es crear espacios donde las diferencias puedan expresarse con respeto. Porque sin conflicto productivo, no hay aprendizaje ni avance.
Disfunción #3: Falta de compromiso
Cuando no hay intercambio genuino de ideas, las decisiones se sienten impuestas. Nadie se compromete con lo que no siente propio. Por eso es tan importante dar lugar al conflicto. Muchas veces, el deseo de consenso o la necesidad de certeza nos paraliza. Esta disfunción se manifiesta como ambigüedad. Como líderes, necesitamos sentirnos cómodos incluso con decisiones que podrían no salir bien. No hay garantías, pero sí hay responsabilidad.
Disfunción #4: Evasión de responsabilidades
Una vez que hay claridad y compromiso, es momento de rendir cuentas. Pero si no hay un verdadero compromiso, nadie se siente con autoridad para hacerlo. El “yo hago lo mío” reemplaza al “nos hacemos cargo”. Como líderes, debemos fomentar una cultura donde el equipo se haga responsable mutuamente, desde el respeto y con estándares claros.
Disfunción #5: Desatención a los resultados
Cuando no hay responsabilidad compartida, cada uno tiende a enfocarse en lo propio: su área, su estatus, su ego. Se pierde de vista el objetivo común. Nuestro trabajo como líderes es recordar y reforzar constantemente el “para qué”. Que el propósito colectivo esté siempre por encima de los intereses individuales.
Construir un verdadero equipo es una de las tareas más desafiantes del liderazgo. Pero también una de las más transformadoras. Porque cuando dejamos de ser solo un grupo de personas talentosas y empezamos a remar en la misma dirección, todo se vuelve más fluido, más potente, más humano.