El ritual de vestirse es una composición del yo. Con el cuerpo como lienzo, construimos un exterior expresivo del interior: una forma de emoción
Por Marcelo Rozemblum
CUANDO LA MODA INCOMODA
Vestirse como arte, manifiesto y provocación
“El ritual de vestirse es una composición del yo. Con el cuerpo como lienzo, construimos un exterior expresivo del interior: una forma de emoción.”
— John Galliano, diseñador británico, exdirector creativo de Givenchy, Dior y Maison Margiela
Estimados lectores: en esta columna los invito a recorrer algunas manifestaciones de la moda que desafían el preconcepto de frivolidad y efimeridad. Exploraremos cómo la moda puede convertirse en un espacio de experimentación y una poderosa forma de expresión cultural, política e histórica.
UN DESFILE BAJO EL PUENTE: MAISON MARGIELA ARTISTANAL SS2024
París, 25 de enero de 2024. Luna llena. Luces tenues. Una niebla ominosa avanzaba desde las negras aguas del Sena. Bajo el puente Alejandro III, una taberna al estilo de un antro clandestino recreaba la bohemia parisina de los años 20: mesas de café y billar, espejos opacos, un bar repleto de botellas.
El “muso” de Margiela, Leon Dame —torso desnudo, bustier écru, Tabi shoes de Louboutin— irrumpió tambaleante. Le seguía una procesión de criaturas andróginas, monstruos híbridos y dolientes que emergían de la bruma invernal del Sena.
Figuras espectrales que convirtieron la moda en presencia viviente
Las modelos, criaturas entre lo humano y lo teatral, parecían como espectros arrastrados desde una Belle Époque quebrada: demimondaines —prostitutas, amantes, artistas—. Rostros de porcelana, medias deshilachadas, zapatos deformes. Algunas, ante el asombro general, parecían totalmente desnudas utilizando prótesis púbicas, bodies sugerentes y transparencias frontales. Con pasos mecánicos y cuerpos intervenidos con corsetería estructural y accesorios anatómicos, parecían marionetas vivientes o imágenes de cine mudo.
El disruptivo desfile artesanal Primavera/Verano 2024 de Maison Margiela fue catalogado por muchos como el desfile más emblemático de la década. Más que un desfile, fue una experiencia inmersiva. Capa tras capa, Galliano tejió un entramado de referencias culturales, históricas y emocionales. Con este acto final, no solo se despidió de Margiela: reescribió con su alma herida y genial el mapa de la alta costura y nos recordó que la moda puede ser un delirio lúcido que condense teatro, cine, historia, literatura, psicología, política y protesta.
Para ver el desfile completo: https://rb.gy/45uk5w
Para profundizar con el brillante análisis de Gerard Cortez: https://tinyurl.com/32d4znbn
MET GALA 2025: HERENCIA, IDENTIDAD Y POLÍTICA EN LA QUINTA AVENIDA
Una noche que es más que una gala
Nueva York, 5 de mayo. Noche templada de primavera. Sobre la Quinta Avenida, las escaleras del Museo Metropolitano de Arte, perfumadas con flores multicolores, se preparan para recibir a la crème de la crème de las celebridades: artistas, modelos, músicos, actores. Es una noche para celebrar la diversidad, la identidad y el poder transformador de la moda. Nadie quiere perderse la fiesta: ser invitado es tocar el cielo del Olimpo mediático.
Frente a la escalinata, los autos de lujo frenan uno tras otro. Las puertas se abren, bajan los protagonistas. Un mar de flashes inaugura la liturgia contemporánea más esperada del año.
Moda como mensaje político
El código de vestimenta —Tailored for You— fue una consigna política. Una invitación a repensar la sastrería como lenguaje identitario. Sobre la alfombra —este año de color azul humo— desfilaron trajes hechos que expresaban memoria, orgullo y resistencia. La muestra inaugurada ese mismo día en el museo, Superfine: Tailoring Black Style, rindió tributo a la historia, la sofisticación y la lucha de la moda masculina negra.
¿Una alfombra azul humo?
Por primera vez en la historia de la Met Gala, la icónica alfombra roja mutó en un profundo azul humo, una ruptura simbólica que homenajea el tema “Tailored for You” y la elegancia del Black Dandyism. Fue tejida artesanalmente por Neytt by Extraweave, liderada por Sivan Santhosh de Kerala (India), junto a 480 artesanos que dedicaron 90 días para confeccionar 6 840 m² de fibra de sisal de Madagascar. Llevada luego a Nueva York, se pintó a mano con motivos florales inspirados en los narcisos de Cy Gavin. Este cambio subrayó un compromiso real con la artesanía, la herencia cultural y la sostenibilidad.
Escenografía de lujo y exceso
Dentro, los afortunados invitados —que desembolsaron U$S 75.000 por entrada individual o hasta U$S 320.000 por mesa— se deslizaban entre mesas decoradas con cristales de Baccarat, arreglos florales diseñados por Jeff Leatham y manteles bordados con hilos de oro. Cada mesa era en sí misma una obra efímera de arte y exceso.
El centro del espacio fue dominado por una instalación suspendida: más de 7.000 flores de narciso, inspiradas en el arte de Cy Gavin y diseñadas por Derek McLane y Raúl Àvila, colgaban del techo como estrellas vivientes proyectadas durante la cena.
Dandismo negro como acto de soberanía
Como sostiene una de las voces detrás del catálogo de la muestra:
“El dandismo negro es una forma de actuación, identidad e individualidad […] un acto de rebelión y provocación.”
Tradición y vanguardia se fusionaron en siluetas que hablaban de la diáspora, la autoafirmación y el poder de vestirse como acto de soberanía.
En la muestra que se inauguró en el Met, no podía faltar un homenaje a Prince:
“El cantante Prince fue un dandi del siglo XXI: su vestimenta extravagante, colorida y perfectamente ejecutada lo convirtió en una declaración de identidad y poder.”
Una constelación de presencias
Colman Domingo, Lewis Hamilton, A$AP Rocky, Pharrell Williams y Anna Wintour fueron los anfitriones del evento: más que celebridades, encarnaron el espíritu de la gala. LeBron James, como anfitrión honorario, impuso presencia sin necesidad de palabras.
Los artistas más influyentes de la escena neoyorquina actual, Rashid Johnson y Amy Sherald —con sendas exhibiciones en el Guggenheim y el Whitney— dijeron presente en la gala encarnando con sutileza el espíritu del Black Dandyism: una afirmación estética, política e histórica de la identidad afrodescendiente.
Un statement global
La gala, transmitida globalmente por Vogue y YouTube, fue mucho más que un espectáculo de cifras: fue un statement. Un tributo a lo negro como elegancia, a lo identitario como arte. En resumen, la Met Gala 2025 fue una noche para celebrar la belleza, la historia y la fuerza de la sastrería negra, un testimonio de la riqueza cultural y la capacidad de la moda para contar historias poderosas. Para ver la gala completa: https://shorturl.at/AzDDw
Un caballo de troya llamado miss beige
En un universo donde la moda suele asociarse al espectáculo, al deseo y a la seducción, Miss Beige irrumpe con fuerza disruptiva. Este alter ego creado por la artista y periodista y performer española Ana Esmith es un personaje silencioso, monocromático y ceñudo que se expresa exclusivamente a través de la imagen y la presencia, sin hablar, sonreír ni explicar.
Encarna una política desde la vestimenta. Su atuendo no embellece: descoloca. La artista incomoda a su público con un objetivo: «Hacer la revolución desde donde nadie la espera.» Miss Beige no sonríe. No seduce. No explica. Con su vestido beige, medias opacas, zapatos anticuados y un martillo que asoma de su cartera, se cuela en museos, ferias, calles o desfiles sin pedir permiso. Es una figura anodina, pero subversiva. Al igual que Galliano y la Met Gala, Miss Beige convierte la vestimenta en un discurso. Pero lo hace sin luces, sin gala, sin escenario. Su pasarela es la calle. Su mensaje, el silencio.
“Con mi personaje me doy el lujo de no sonreír ni dar dos besos. La mujer siempre es un cuerpo sobre el que opinar. Pues aquí, no os voy a dejar.”
Y así, desde esa negativa al adorno, Miss Beige se convierte en un manifiesto visual contra el mandato estético, el patriarcado y el capitalismo.
“Que se pueda colar en un montón de sitios sin que nadie la pueda echar, porque no va con su pancarta, no va con sangre, no se desnuda… Es como el caballo de Troya. Me meto y desde dentro ya explosiono.»
Dice, mezclando la primera y la tercera persona… ¿adrede?
No busca impactar con estridencias, sino resistir con presencia. En un mundo de filtros y poses, su sobriedad es rebelión. En un sistema que celebra lo joven, lo bello y lo espectacular, su neutralidad es un gesto radical. Miss Beige incomoda porque no ofrece lo que se espera de una mujer en escena.
Y en esa incomodidad nace una de las preguntas más urgentes de la moda contemporánea: ¿Nos vestimos para gustar o para decir algo?
Reflexiones finales
La moda no solo cubre: comunica. Punks, góticos, hippies, mods, seguidores del hip hop o drag queens han hecho de la ropa una bandera. También las comunidades religiosas —monjas, jasidim, amish— transmiten a través de su indumentaria fe, valores y pertenencia. En todos los casos, vestirse es hablar: señalar quiénes somos, en qué creemos, qué resistimos o qué abrazamos. La vestimenta es una forma de decir: aquí estoy, esto creo, así resisto.
Desde la teatralidad barroca de Margiela hasta el silencio inquietante de Miss Beige, la moda actúa como un lenguaje de poder, rebeldía y autorrepresentación. No es solo espectáculo: es declaración, disrupción y espejo cultural.
Vestirse puede ser una de las formas más íntimas —y más potentes— de habitar el mundo. De narrarnos, desafiarnos, incomodar. Cuando la moda incomoda, dice más. Y su eco —en pasarelas, galas o calles anónimas— puede ser político, poético o ambos a la vez.
Entonces, la ropa deja de ser solo abrigo, ornamento o uniforme. Se convierte en arte encarnado, en manifiesto viviente, en una precisa arqueología del pasado, del presente y del futuro.