Durante mucho tiempo, pensé que liderar bien era estar en todo. Hasta que un día, me hice una pregunta clave: ¿de qué sirve tener un equipo si todo sigue dependiendo de mí?
Por Julieta Sullivan
Hablemos de Liderazgo:
El poder de delegar (de verdad)
Durante mucho tiempo, pensé que liderar bien era estar en todo. Que si yo no lo hacía o no lo controlaba, las cosas no iban a salir como quería. Hasta que un día, cansada y desbordada, me hice una pregunta clave: ¿de qué sirve tener un equipo si todo sigue dependiendo de mí?
Con el tiempo entendí algo fundamental: no se puede hablar de liderazgo sin hablar de delegar. Y no me refiero a repartir tareas, sino a delegar de verdad. Con claridad, con confianza, y con la intención genuina de que el otro crezca.
Delegar con claridad, no con control
En su libro Multipliers, Liz Wiseman habla de dos tipos de líderes: los que drenan el talento de su equipo («Diminishers») y los que lo potencian («Multipliers»). Los primeros están encima de todo. Los segundos, en cambio, son claros con el qué y el para qué, y dejan libertad en el cómo.
Cuando empecé a aplicar esto, me di cuenta de que cuanto más clara era, más podía soltar. Y cuanto más soltaba, más se entusiasmaban los demás. Eso no solo me alivió a mí: mejoró el compromiso y la energía de todo el equipo.
Construir una cultura de responsabilidad compartida
Una frase que escucho muy seguido es: “todo termina cayendo en mí”. Y claro, si no hay una cultura de responsabilidad compartida, es difícil que el equipo se haga cargo de verdad. Pero esa cultura no aparece sola: se construye, y empieza por cómo delegamos.
Delegar bien no es solo asignar tareas. Es confiar en que el otro puede lograr un resultado, y acompañarlo sin estar encima. Cuando eso se vuelve parte de la dinámica diaria, el equipo empieza a asumir un rol más activo y esa responsabilidad ya no pesa, se transforma en compromiso.
Pasar de solucionadores a coaches
Uno de los errores más comunes al liderar es querer resolver todo. Según Liz Wiseman, eso limita el crecimiento del equipo y hace que todo siga volviendo al líder. Los líderes multiplicadores, en cambio, no están para dar respuestas, sino para hacer preguntas que ayuden al otro a pensar. En vez de intervenir con soluciones, plantean preguntas como: ¿Qué opciones ves?, ¿Qué podrías hacer diferente? Así, cada situación se vuelve una oportunidad para aprender.
Delegar también es cuidarte
Delegar bien no solo mejora los resultados. También te da aire. Cuando confiás en tu equipo, podés enfocarte en lo que solo vos podés hacer. Y también, por qué no, tener una vida más equilibrada. Porque al final del día, delegar no es perder el control. Es liderar desde otro lugar: con generosidad y empoderando a los demás para que crezcan.