Bienestar

¿En qué momento los médicos enfermamos mas que la enfermedad misma?

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«una nueva enfermedad agregada: un miedo sistémico no justificado que, como en este caso, los enferma más que la enfermedad misma.»

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¿EN QUÉ MOMENTO LOS MÉDICOS ENFERMAMOS MAS QUE LA ENFERMEDAD MISMA?

Dr. Martín Lombardero

_Doc. Llamó la hija de Josefina B., dice que necesita verlo cuanto antes.
_ María ¿Y por-qué no viene Josefina en persona?
_Porque está muy deprimida.

Josefina tiene 73 años, 6 nietos, 4 hijos que la cuidan y la adoran; y una vida muy activa. Disfruta malcriar a sus nietos, que hoy son el propósito de su vida. Es una mujer sensible, cariñosa y muy respetuosa, inclusive de las indicaciones médicas. Desde hace un tiempo comparto su seguimiento con su cardiólogo de cabecera, porque tiene una válvula aórtica que abre un poco menos, con fibrosis y calcificación. (Es la válvula de salida de la sangre del corazón). En los últimos estudios que le he hecho en persona, el grado de disminución de la apertura de la válvula es “moderada”, es decir, tiene una estenosis aortica moderada, sin compromiso ni alteración de ninguna función del corazón. De hecho, camina cuarenta cuadras por día, cuida a su marido y se encarga de su casa, sin sentir ningún síntoma. Es decir, aún no es tiempo de pensar en una intervención quirúrgica (o percutánea). Por lo tanto, puede y debe hacer una vida sin restricciones, y acorde a su edad.

Como quería hacer algo más de ejercicio, le sugerimos que sea siempre de intensidad suave y moderada, pero que sería mejor si lo hiciera con control y en un centro médico con rehabilitación cardiovascular. Encontró uno, muy cercano a su casa, y luego del interrogatorio inicial, la enviaron con la cardióloga del centro médico, una práctica habitual antes del inicio del plan de los ejercicios. Luego de mirar el informe del último estudio, comenzó un diálogo, que según nos cuenta Josefina, fue en estos términos y de manera textual:
_ Mirá, yo no te puedo mentir. ¿Sabías que te podés morir durmiendo?
_ No no Dra…. ¡Nunca me dijeron eso…!
_ ¿Qué podés tener una insuficiencia cardíaca?
_ ¡No…!
_Si. Además, considero que ya es tiempo que te operes porque…

Mientras la cardióloga le explicaba en que consistía la operación, Josefina ya no la pudo escuchar más. El miedo se adueñó de su cuerpo. Percibió su corazón galopar como nunca antes, buscó aire en un consultorio ya sin oxígeno, y su futuro se transformó en un paisaje negro. Ya no podía pensar más. Sintió su cuerpo temblar, con un intenso rubor en su cara, y todo le daba vueltas. Solo quería salir de ahí. Su realidad se había trasformado en un instante. Mientras volvía a su casa, el desahogo de un llanto necesario, le hizo disminuir algo los síntomas de pánico que había experimentado. Las veinticinco noches siguientes durmió muy mal, por el miedo a morir… ¡durmiendo!; además de tener episodios de hipertensión arterial (que antes no tenía), y una depresión psíquica, como nunca antes había sentido.

Con la ayuda de su hija, pudimos lograr que venga a vernos. Le rehicimos el estudio, y estuvimos un largo rato para la convencerla que el panorama que se había imaginado, después del dialogo con la médica, no tenía ningún sentido. La hija nos contó al día siguiente, que, por primera vez en los últimos veinticinco días, había podido dormir bien y había vuelto a cuidar a sus nietos.

La historia no pretende criticar a una colega, sino intenta reflejar la importancia y el poder que tiene la palabra de un médico, en la mente de los pacientes. Cada palabra en el consultorio se multiplica por mil en la imaginación y fantasía de ellos. No solo por la importancia de su contenido, sino por la manera en cómo el médico expresa su pensamiento. Cada palabra tiene una vibración especial, un poder único, es un mensaje encriptado que hace cambiar la química de la sangre de los pacientes. Ya sea en su beneficio o en su perjuicio. Hasta inclusive creándoles una nueva enfermedad agregada: un miedo sistémico no justificado, que como en este caso, los enferma más que la enfermedad misma.

Lamentablemente, el criterio y el sentido común no se aprenden en ninguna facultad. Pero, si nos enseñan que «Primum non nocere», que significa “lo primero es no hacer daño”. Es un principio fundamental de la ética médica. Y la palabra es la primer herramienta, y sumamente poderosa, con la que podemos hacer mucho daño.

Por eso es clave, como médicos, que tomemos consciencia de esto.

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