Llega junio, bajó el ruido, y todo se reacomoda. No solo en la naturaleza y calles de nuestra zona, sino también en todos nosotros.
Por Raúl Cohe
EL VALOR DE REAPARECER
Llega junio, bajó el ruido, y todo se reacomoda. No solo en la naturaleza y calles de nuestra zona, sino también en todos nosotros. Llegan las noches frías, volvemos a tener tiempo.
Podemos escuchar con más atención, y dedicarle tiempo a los afectos.
Y también distinguir, tras el bullicio de meses anteriores, pequeños gestos que dicen mucho.
Hace poco, en mi cumpleaños, pasó algo que me hizo muy feliz.
Llegaron los saludos esperados, claro. Pero también aparecieron muchos de los otros. Mensajes de personas con las que no hablo hace tiempo. Vínculos que ya no están muy activos, pero no se rompieron. Personas que, por alguna razón, nos guardan en un lugar lindo.
Y fue a través de un “feliz día”, un chiste, o alguna frase suelta que sin decir mucho lo dice todo: “hola, acá estoy, no me olvidé de vos”. Y eso, en nuestros tiempos de vínculos fugaces y conversaciones interrumpidas, me parece que vale cada vez más.
Es el valor que merecen, las personas que reaparecen.
Por eso esta columna, a las puertas del invierno, quiere ser una invitación…
Una invitación a pensar en aquellos a quienes tal vez no vean o no hablen desde hace un tiempo, pero que alguna vez hayan sido importantes para ustedes.
Y hacerles llegar una señal.
No se precisa una excusa clara, solo romper el silencio.
A veces, el mensaje más lindo es el que llega en el momento más inesperado.
Un saludo sin motivo. Un poco de humor. Un recuerdo compartido. Lo que sea. Nada más… pero tampoco nada menos.
Porque la calidad de un vínculo no se mide por la frecuencia, sino por la complicidad.
Y hay mucha nobleza en tender el puente de la comunicación cuando algo dentro nos dice que vale la pena intentarlo.
Muchas veces lo único que necesitamos es eso: un empujoncito.
Una señal mínima, para saber que seguimos presentes entre los lindos recuerdos de alguien.
Así que si este texto les llega en buen momento, ojalá no quede solo en la lectura.
Ojalá funcione como disparador. Que cada uno, si quiere, se tome un instante para pensar:
¿A quién podría alegrarle saber que seguimos estando por acá?
Quién sabe. Tal vez, del otro lado, también alguien necesite un gesto así. Y sin pedirlo, tal vez incluso sin saberlo…
Pueda tener el corazón listo para recibirlo.