En nuestro camino hacia la salud, pocas cosas revelan tanto como entender cómo la mente influye en el cuerpo. El efecto placebo y el nocebo nos enseñan que nuestras creencias pueden tener un impacto real en nuestra fisiología.
Por Nicolas Laprida
El poder de la mente:
El efecto placebo y el efecto nocebo
En nuestro camino hacia la salud, pocas cosas revelan tanto como entender cómo la mente influye en el cuerpo. El efecto placebo y el nocebo nos enseñan que nuestras creencias pueden tener un impacto real en nuestra fisiología.
El efecto placebo consiste en que una persona experimenta mejoría simplemente por creer que recibe un tratamiento efectivo, aunque solo reciba una sustancia inactiva o un procedimiento sin propiedades terapéuticas. En muchos casos la expectativa puede desencadenar cambios físicos, como reducción del dolor o recuperación de enfermedades. Estudios muestran que hasta la mitad de los resultados en ensayos clínicos se atribuyen a este efecto.
Por el contrario, el efecto nocebo sucede cuando pensamientos negativos, miedos o expectativas adversas producen síntomas o empeoramiento del estado de salud, incluso sin una causa física real. La mente tiene un poder inmenso: puede transformar pensamientos en realidad, para bien o para mal.
Desde la visión de Joe Dispenza en «El placebo eres tú», cada pensamiento genera una cascada: expectativa-emoción-cambios fisicoquímicos en nuestro organismo, como la liberación de neurotransmisores y hormonas. Es decir que nuestros pensamientos impactan directamente en nuestra biología.
En procesos de recuperación, como el alivio del dolor o lesión, es vital acompañar la terapia física con una actitud mental positiva y una creencia auténtica en la mejoría. El cuerpo no distingue si esa creencia proviene de hechos reales o de condicionamientos previos. Responde igual a lo que pensamos, sea o no que algo externo realmente haya ocurrido.
Por eso, enfocarnos en pensamientos e intenciones de recuperación, acompañados de emociones como gratitud o esperanza, es fundamental. Sentir que la mejoría ya está en marcha puede «engañar» a nuestro cuerpo y crear nuevas redes neuronales, que fortalecen nuestra capacidad de sanación. Dispenza llama a esto “reprogramación consciente”: vivir esas emociones y pensamientos como si ya estuviéramos sanados.
Si estas redes neuronales se repiten con convicción, se convierten en hábitos que favorecen nuestra salud a largo plazo. Así, podemos cambiar nuestro destino, no solo con medicinas o tratamientos externos, sino con la fuerza del pensamiento y la emoción positiva.
En definitiva, entrenar la mente para dirigir pensamientos de esperanza, intención y alegría puede transformar nuestra salud y abrir las puertas a una vida más plena y saludable.