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Las “red flags” y las “green flags” : Del miedo, a la construcción

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En las últimas semanas, a raíz de dolorosos episodios policiales, la conversación pública en el país se llenó de referencias a las red flags, esas “banderas rojas” que funcionarían como señales de alarma.

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LASRED FLAGS Y LAS GREEN FLAGS

DEL MIEDO, A LA CONSTRUCCIÓN

En las últimas semanas, a raíz de dolorosos episodios policiales, la conversación pública en el país se llenó de referencias a las red flags, esas “banderas rojas” que funcionarían como señales de alarma. 

Se machacó acerca de la importancia de detectarlas a tiempo, tomar distancia y protegerse. Es un discurso muy necesario, pero siento que también instala una lógica defensiva: mirar a los demás desde la sospecha, relacionarnos con el freno de mano puesto, vivir atentos a la herida potencial.

Imagino un contrapunto igualmente necesario pero menos mencionado: las “green flags”. Cambiar de color no es solo un gesto retórico; implica que, en vez de activar las alertas sobre lo que nos puede amenazar en un vínculo, pongamos el acento en detectar cuáles son las señales de que hay algo bueno en construcción.

Levantemos bandera verde cuando veamos en el otro una sonrisa franca y buenos gestos cotidianos, que  construyen vínculo, y permiten convivencias armónicas.

Es una bandera verde cuando alguie enseña o transmite una experiencia, y cuando, en medio de una situación tensa, su calma evita que el miedo nos arrase. También la hay cuando alguien aquieta un conflicto entre terceros.

Tenemos una bandera verde cuando la persona encuentra el momento y las palabras para felicitar a otros, o para tener un mensaje de gratitud.

También hay una “green flag” cuando, sin necesidad de palabras, el otro percibe nuestro cansancio o nuestro silencio y, con gestos mínimos, se ocupa de resolvernos alguna tarea.

Y es una gran bandera verde cuando el tiempo compartido junto a esas personas se mantiene sencillo, libre de posturas, caprichos y peleas.

Provocar y reconocer esas “green flags” en nuestro entorno es darle valor a la calma, al cuidado silencioso, a la claridad en las palabras y a la ternura de los gestos pequeños

Significa, también, invitar a que esas buenas prácticas se imiten, se exijan a los demás y se cultiven en uno mismo. Y nos preparan naturalmente para que estemos activos y sensibles a las señales preocupantes, pero no desde una posición desconfiada, sino porque nos resultará muy natural detectar cuando aparecen comportamientos tan distintos a los que preferimos.

Hablar de banderas verdes, en definitiva, es mucho más que registrar lo sano. Es elegir un enfoque que celebra lo luminoso y nos permite que tengamos vínculos más generosos y humanos.

Y como lo que se subraya en la conversación pública tiende a multiplicarse. Hablar (y también machacar) con las “buenas señales” no solo describe las relaciones sanas: tambien las inspira, y las provoca.



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