¿Alguna vez te quedaste mirando una obra de arte sin entender nada? Esa incomodidad, en vez de alejarnos, puede ser el inicio de algo profundo.
Por Marcelo Rozemblum
¿Puede el arte enseñarnos a ser más humanos?
La Bienal de San Pablo abre el debate
¿Alguna vez te quedaste mirando una obra de arte sin entender nada? Esa incomodidad, en vez de alejarnos, puede ser el inicio de algo profundo. Las bienales no están hechas solo para curadores, artistas o entendidos en arte: son espacios abiertos, donde el arte nos interpela, nos descoloca, nos hace preguntas. Están hechas para todos nosotros, porque sus temas nos atraviesan a todos. Son plataformas para pensar colectivamente los problemas que nos atraviesan en estos tiempos tan convulsionados por guerras, polarización, distracciones constantes, inteligencia artificial, desigualdad económica, migraciones, contaminación y cambios climáticos (entre muchos otros).
En esta columna te propongo un vuelo simbólico junto a las aves migratorias que inspiran la curaduría de la 36a Bienal de San Pablo. Una edición atravesada por lo humano, lo no humano, lo colectivo y lo poético. Y también, por historias de artistas que vienen desde los márgenes más humildes con una fuerza transformadora.
¿Es posible generar nuevos espacios fuera de la política donde imaginar juntos otras formas de relacionarnos, otros futuros posibles?
Una Bienal cercana y global
La Bienal de San Pablo no sólo es una de las más importantes del mundo, es muy cercana y accesible. A sólo dos horas y media de vuelo de Montevideo, tenemos la oportunidad de participar de un acontecimiento artístico de primer nivel internacional en una megalópolis vibrante y en un país que es casi un continente. Brasil, con su mestizaje visual, sus raíces africanas, europeas e indígenas, ofrece una experiencia cultural, gastronómica, artística única.
Recorrer la bienal no es solo mirar obras y decidir si nos gustan o no. En el arte contemporáneo, más que la estética, importa lo que una obra nos hace pensar o sentir. Por eso, conviene llegar con claves que nos ayuden a interpretarlas. Desde ArtePunta, proponemos charlas introductorias y un viaje grupal con guía especializada, para disfrutar la experiencia a fondo y en buena compañía. La Bienal se desarrollará del 6 de septiembre de 2024 al 11 de enero de 2026, en el Pabellón Matarazzo del Parque Ibirapuera, así que tenemos tiempo de sobra para analizarla y visitarla.
¿Qué propone esta bienal?
El título de esta edición número 36 es poético y enigmático: “No todos los viajeros caminan caminos: de la humanidad como práctica”.
La primera parte proviene de un poema de la escritora afrobrasileña Conceição Evaristo, «Da calma e do silêncio», donde dice: “No todos los viajeros recorren caminos. Existen mundos sumergidos que solo el silencio de la poesía penetra.” Todo un statement y una forma de estar en el mundo.
Según el curador de la Bienal: “El poema me impactó como un tren. Quería leer ese verso «no todos los viajeros recorren caminos» como una invitación a cuestionar todos los caminos por los que no podemos caminar, todos los callejones sin salida en los que nos encontramos, todos los caminos violentos a los que nos hemos visto obligados a ir y que seguimos como kamikazes.” ¡Y para mí la humanidad es uno de esos caminos!
La segunda parte, “de la humanidad como práctica”, nos invita a pensar lo humano no como algo dado, sino como algo que se construye día a día, colectivamente. Un verbo más que una condición o sustantivo. Conjugar humanidad como verbo podría significar que tenemos que volver a aprender a escuchar; escucharnos unos a otros, pero también al mundo y su ritmo, escuchar la tierra, escuchar las plantas y los animales, imaginar la posibilidad de caminos alternativos; así que se trata de dar un paso atrás y escuchar antes de caminar.
Un curador con mirada interdisciplinaria
El director artístico elegido para esta edición es Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, nacido en Camerún y radicado en Berlín. Físico, filósofo, artista sonoro y curador, Ndikung encarna un pensamiento transversal e interdisciplinario: cruza ciencia, arte y política para desarmar las lógicas establecidas y crear nuevas formas de mirar el mundo a través del arte, en su expresión más amplia.
Curar a partir del vuelo de las aves: una propuesta disruptiva
En muchas bienales, los artistas son seleccionados de acuerdo a su nacionalidad. Pero, ¿tiene sentido hoy seguir eligiendo artistas por sus pasaportes, en un mundo de identidades híbridas y migraciones constantes? ¿Tiene sentido elegir los artistas de acuerdo a un criterio exclusivamente antropocéntrico? La naturaleza es uno de los temas centrales de esta edición. Esto se evidencia en la metodología empleada para seleccionar a los artistas: cada miembro del equipo curatorial eligió un ave, como el charrán ártico y el gavilán colirrojo. Posteriormente, los curadores estudiaron sus flujos migratorios y seleccionaron a los artistas según las regiones que recorren las aves. Este criterio me pareció fantástico, ya que le estamos dando el lugar que se merecen a los animales que habitan con nosotros el planeta, dejando de lado una mirada exclusivamente antropocéntrica.
Dos artistas que me impactaron
La Bienal de São Paulo reafirma un giro en el arte global: en los últimos años, museos, galerías y exposiciones de todo el mundo se han esforzado por aumentar la diversidad racial, sexual y geográfica.
«No pensaba en artistas de zonas subrepresentadas del mundo, sino en los nombres más brillantes del mundo», dice el curador Ndikung, sino de voces potentes. De entre los más de 120 artistas, elegí dos que me impactaron por su potencia artística y por sus historias de vida, que reflejan superación, identidad y una fuerte carga simbólica.
Maxwell Alexandre (Río de Janeiro, 1990) creció en una familia muy humilde en la favela de Rocinha. Es skater y fundó la Iglesia del Reino del Arte, que ya cuenta con cuatro templos en su barrio. Sus obras, una mezcla de pintura clásica europea, muralismo y cultura urbana —especialmente el hip hop—, retratan figuras negras —a menudo jóvenes de cabello rubio— en museos o escenas cotidianas, cuestionando estereotipos raciales y celebrando la identidad afrobrasileña.
Denuncia, de forma sutil pero contundente, la presión que sienten las personas negras para adaptarse a estándares estéticos occidentales. En sus espacios en la favela, donde sigue viviendo, reúne a jóvenes artistas que intentan acceder al restrictivo y elitista mercado del arte. Allí cultivan talento, rezan por inspiración y ofrecen obras como diezmo. Su trabajo visibiliza vidas marginadas y desafía los códigos dominantes del arte contemporáneo.
Gê Viana (Maranhão, 1986) nació en un entorno rural muy humilde del noreste brasileño. Vive en la periferia de São Luiz, donde empezó a intervenir muros con fotomontajes que combinan archivo, denuncia y reparación. Su obra, rupturista y fascinante, se nutre de imágenes históricas y relatos familiares, que reinterpreta con una estética propia para desarmar el legado colonial. Crea narrativas visuales que visibilizan otras memorias posibles, apostando por una belleza no hegemónica y una resistencia que también puede ser poética.
Tres ideas que guían la bienal
El concepto curatorial se centra en tres nociones poderosas:
– Parar y observar: una invitación a la pausa, a mirar sin urgencias, a resistir la velocidad con contemplación.
– Reflejo del otro: mirar al otro como espejo, preguntarnos cómo nos ven y cómo nos vemos. Se inspira en el poema del poeta, ensayista y novelista haitiano René Depestre “Una conciencia en flor para los demás” como luz guía hacia esos mundos sumergidos. El poema comienza con “Mi alegría es saber que tú eres yo y que yo soy fuertemente tú”.
– Estuario: entendido no solo como cruce de aguas dulces y saladas, como cruce de ecosistemas, sino como espacio híbrido, cambiante, fértil. En Montevideo, vivimos junto a uno de los estuarios más grandes del mundo. ¿Cómo influimos en él y cómo nos transforma?
Conclusión: el arte como brújula
Frente al ruido constante de pantallas y opiniones encontradas, el arte puede ser pausa, brújula y pregunta. Esta Bienal nos recuerda que imaginar otro mundo no es ingenuo, sino urgente. No hace falta saber de arte: basta con estar dispuestos a mirar distinto, a dejarnos afectar. Porque el arte no da respuestas cerradas, pero sí abre caminos nuevos. A veces, sin camino, pero con destino.