Maldonado ya no entra en sus viejos moldes. Punta del Este dejó de ser una pausa de verano para convertirse en ciudad viva, a tiempo completo.
Crecer con propósito
Crecimos. Es un hecho. Lo vemos cada mañana cuando salimos a caminar: edificios que ayer eran renders, hoy son hormigón. Barrios que antes eran promesa, hoy laten con familias, con autos, con prisa. Maldonado ya no entra en sus viejos moldes. Punta del Este dejó de ser una pausa de verano para convertirse en ciudad viva, a tiempo completo.
Pero hay una pregunta que nos viene resonando hace tiempo, y que hoy se vuelve urgente: ¿estamos creciendo con propósito… o solo agrandándonos?
No es una pregunta técnica. Es una pregunta humana. Porque crecer no es solo sumar metros cuadrados o contratos de inversión. Es también decidir qué dejamos atrás. Qué valores preservamos. Qué paisaje compartimos. Y en esa decisión, el medio ambiente no puede ser una variable más: debe ser el eje, no el pie de página.
En estos días, mientras se debaten estudios sísmicos submarinos para buscar hidrocarburos frente a nuestra costa, sentimos que estamos ante un momento bisagra. Las ondas que se disparan bajo el mar no solo impactan el subsuelo. Alteran la vida de ballenas, tortugas, peces. Interrumpen ciclos naturales que no entienden de fronteras ni discursos.
¿Queremos convertir nuestro océano en campo de pruebas por una promesa de petróleo? ¿Qué legado dejamos si el precio del desarrollo es silenciar los ecos del mar?
Este debate ambiental ocurre, además, en un contexto de transición política. Nuevas autoridades han asumido cargos clave a nivel nacional, y en Maldonado —apenas el mes pasado— también hubo un recambio de equipos, ideas y prioridades. Y con ello, llega la oportunidad —y la responsabilidad— de mirar más allá del corto plazo. De integrar visión y sensibilidad. De crecer, sí, pero sin perder lo que nos hace únicos.
Cada vez somos más quienes deseamos una ciudad que no solo funcione, sino que también inspire. Que priorice el equilibrio entre infraestructura y naturaleza. Que escuche más y apure menos. Que mire a su gente y no solo a sus cifras. Que construya comunidad, no solo capital.
Punta del Este no necesita crecer más. Necesita crecer mejor.
Con propósito. Con respeto. Con coraje.
Porque cuando el crecimiento se hace con alma, se transforma en legado.
Y cuando una comunidad tiene claro a dónde quiere ir, no hay mareas que la desvíen.
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